Mercy. Cuidar de los padres es también un trabajo
Por: Jennifer Portelles
Mercedes, 59 años, madre de dos hijos, hija única de padres mayores, casada, geógrafa, blanca, vive en el Vedado. Perdió a un hijo y su hija se mudó de casa y sigue en el país.
Desde que era una niña mi madre padece de algunas enfermedades crónicas, por lo que fui creciendo y viéndola en muchas ocasiones hospitalizada por operaciones. Mientras fui niña, mi padre y otros familiares eran quienes se ocupaban del apoyo a mi madre en cuanto a sus enfermedades.
A partir de los 17 años, comienzo a cuidar a mi madre en los hospitales cuando ingresaba por diferentes problemas de salud. Velaba por ella y la acompañaba a los turnos médicos. También estaba al tanto del hogar porque ella no podía realizar muchas tareas domésticas por sus limitaciones de salud. A partir del año 2014 decido dejar de trabajar en mi profesión debido a que mis padres al ser adultos mayores de avanzada edad necesitaban de apoyo constante. Mi madre en ese momento tenía 92 años y mi padre 97 años.
Al siguiente año mi madre falleció y me quedé cuidando a mi padre solamente. Su cuidado duró 6 años ininterrumpidamente. Fue hasta sus 103 años que mi familia y yo lo estuvimos cuidando. Tuve el apoyo de mi hija y esposo, quienes tuvieron una actitud excelente ante el cuidado de mis padres. Sin ellos la calidad de mi salud se hubiese deteriorado muchísimo, pudiendo entre todos lograr una armonía y resolver todas las dificultades que se presentaban cada día. Nuestra familia está muy orgullosa de haber cuidado a ancianos maravillosos, humildes de corazón y llenos de agradecimiento.
¿Qué significó para ti cuidar a tu hija y luego a tus padres? ¿A qué edad y cuándo lo asumiste? ¿Por qué lo asumes tú y no otros integrantes de la familia?
El cuidado de mis hijos ha sido una verdadera profesión de amor, mi primer hijo nació cuando yo tenía 25 años y la segunda cuando tenía 33 años. Asumí el cuidado de mis hijos desde que nacieron, tomé mis licencias de maternidad y me incorporé al trabajo como profesional. Sin embargo, en el hogar, junto a mi esposo y padre de mis hijos, velamos mutuamente por la crianza y cuidado de los hijos.
En cuanto al cuidado de mis padres, mi otra profesión de amor, considero que era una necesidad de restituir todo el amor que ellos me dieron. A través de su cuidado los ayudaba en el plano emocional como en el plano económico, así como en sus necesidades materiales. Sentí una satisfacción muy grande al poder cuidarlos, no viéndolo como obligación sino como un deber de hija al recibir mucho amor y dedicación. Aunque fue una labor ardua en el día a día, mis padres se sentían felices y satisfechos de contar con una hija, nuera y yerno que los cuidaban con gran esmero y sobre todo mucho amor sincero. Además sus alimentos, medicamentos y otras necesidades siempre fueron cubiertas.
¿Qué fue lo más difícil para ti, los mayores sacrificios a nivel personal y profesional?
El cuidado de mis padres lo asumo porque soy hija única de ese matrimonio, tengo dos hermanos por parte de padre, pero viven en provincia y ya son adultos mayores, tienen problemas de salud y no podían asumir la responsabilidad del cuidado de su padre. Asumo el cuidado de mis padres a tiempo completo a la edad de 52 años. A nivel personal no considero que atender a mis hijos y padres fuese difícil, lo hice con amor y entrega total, viéndolo de forma natural y nunca como sacrificio. Por el contrario, asumí la responsabilidad de cuidar a mis hijos y padres y me sentí siempre orgullosa de poderlos cuidar.
A nivel profesional no me superé todo lo que se podía, no hice maestrías ni doctorados ya que eso requiere de un esfuerzo mayor y sentía que debía apoyar más a la familia y por tanto solo me limitaba a estudiar en horarios laborales como en cursos, diplomados, estudios de idioma.
Cuando mi padre comenzó a tener dificultades para caminar, consideré que era el momento de dejar de trabajar para cuidar a mis dos padres. Valoré cuáles eran mis prioridades y desde luego, conté con el apoyo de mi esposo para decidir y considerar que era lo más importante. Pedí la baja de mi trabajo y me convertí en la cuidadora de mis propios padres.
¿Qué retos tuviste que asumir para cuidar a tus padres ancianos y dependientes?
Los retos que asumí en el cuidado de mis padres fueron varios. Aprender día a día los nuevos comportamientos de mis padres cada vez más ancianos y resolver de la mejor manera problemas que nunca había enfrentado, generalmente problemas de salud como infección en los riñones, neumonía, escaras, caídas, diarreas, etc. Para ello tuve que buscar información con la geriatra, estudié por mi cuenta y tuve apoyo de amigos que estaban en esa misma situación, pudiendo enfrentar con destreza todas las situaciones que se me presentaban.
Acepté la realidad de verlos tan limitados físicamente y la necesidad de recibir ayuda constante desde el baño, cargarlos y trasladarlos haciendo movimientos muy pesados, los cuales los hacía mayormente mi esposo, la preparación de alimentos, el lavado de su ropa, vestirlos, mantener la higiene de la casa, buscar los alimentos y medicamentos en la calle, llevarlos al hospital, etc.
¿Te preparaste de alguna manera para enfrentar dicha responsabilidad? ¿Hubieras querido tener ayuda profesional?
No había estudiado para enfrentar dicha responsabilidad, sólo tenía la experiencia con mi madre que durante años, sin ser anciana, al tener muchas enfermedades crónicas fui aprendiendo en la práctica por necesidad. Durante el periodo que cuidé a mis padres, en el Policlínico Héroes del Moncada de mi localidad, impartieron un curso para cuidadores en el cual participé y me sirvió para aumentar mis conocimientos al respecto. Desde luego me hubiese gustado tener ayuda profesional de antemano para que el desempeño como cuidadora hubiese sido aún mejor y más consciente.
¿Por qué decides cuidar a tus padres y no internarlos en algún tipo de institución de cuidado?
Decido cuidar a mis padres y no internarlos en ningún tipo de institución porque pienso que deben ser cuidados por la familia, que somos las personas que más los queríamos y mejor conocíamos. Llevarlos a un lugar que no fuese su casa sería muy duro y triste para ellos. Pienso que las personas que deben ser llevadas a los hogares de ancianos son aquellas que no tienen familia o amigos que puedan asumir el cuidado. Fui muy feliz en su cuidado y mis padres estuvieron muy agradecidos hasta sus últimos días. Mi padre en sus 103 años se daba cuenta de lo que hacíamos por él y cada día nos mostraba su agradecimiento con palabras y abrazos.
Un día cuando mi padre tenía 102 años le pregunté si me quería y me respondió así: Si a esta edad tu me estás ayudando como no te voy a querer. Dios me está ayudando.
¿Asumiste el cuidado sola o tuviste algún tipo de ayuda?
Tuve apoyo económico y material a través de subsidios que recibía por parte de la INASS (Instituto Nacional de Atención y Seguridad Social) mensualmente, durante los 6 años que cuidé a mis padres. Mi padre recibía un módulo de aseo (toallas, jabones, sabanas, etc) gratuito varios meses al año. Dicho módulo fue gestionado por la trabajadora social del policlínico de Plaza por su condición de postrado.
¿Crees que es necesario un cambio del Código de la Familia con respecto al Cuidado Familiar o un cambio en las políticas de Asistencia y Seguridad Social?
Considero que el apoyo económico recibido fue insuficiente pues los gastos en alimentos, medicamentos, culeros desechables eran muy grandes. Creo que debe haber un cambio en las prácticas de asistencia y seguridad social. Propongo que haya un aumento en dicho subsidio y que los años que uno está desvinculado con el trabajo se consideren años de trabajo, ya que uno tiene que abandonar la vida profesional por el cuidado de los padres que es también un trabajo.
¿Qué significó para ti ser mujer, madre e hija para tu vida profesional y personal?
Desde el punto de vista profesional siento que ser mujer, madre e hija me ha permitido ser feliz y satisfecha. Pude estudiar una carrera universitaria y trabajar durante 28 años. Durante este tiempo también apoyé a mi esposo en cuanto al cuidado de sus padres y en todos los aspectos del matrimonio, logrando estabilidad, armonía y sobre todo el amor como base de nuestra relación, por eso me siento realizada como mujer.
En cuanto a ser madre ha sido la mayor alegria y emocion de mi vida educar a mis hijos y como hija me siento muy satisfecha de haber sido hija de padres tan buenos los cuales me educaron y sembraron en mí valores que me permitieron tener una actitud positiva ante su cuidado, apoyándolos y velando constantemente por su bienestar. En cuanto a la vida profesional, llevar el hogar y ayudar a mis padres ha sido una ardua tarea pero lo logré hasta cierto punto, siempre priorizando a la familia.
¿Qué es lo que más disfrutaste en el cuidado de tu padre?
Cuando mi padre tenía 91 años le pregunté si deseaba que su vida fuera escrita y se emocionó con la idea y comencé a tomar notas todas las noches y poco a poco me fue contando sus anécdotas y los momentos más importantes de su vida. Fue una experiencia maravillosa porque sentí un mayor acercamiento a mi padre como persona. Un ser humano maravilloso cuya historia valía la pena contar para que las generaciones posteriores lo conocieran. Fue muy importante para mi escribir su vida y para él significó darle el protagonismo y que reviviera su vida.
Mi padre se aprendió de memoria muchas décimas cuando joven y me puse a escribirlas cada una y cuando comenzó a olvidarse de algunas estrofas, pues mi hija y yo que ya nos la sabíamos de tanto que las repetía, lo ayudábamos a decirlas. A cada rato, como ejercicio para la memoria, lo estimulamos a que las dijera y lo hacía con mucha gracia y actuación. Pudo recordarlas hasta los últimos años de su vida.