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31 de octubre de 2024

NOTA DE PRENSA N° 16

Impacto de la crisis energética en las personas mayores

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Han pasado más de 32 horas sin que Rubén, una persona de más de 70 años, haya podido bañarse, comer algo caliente o poner a enfriar un poco agua para llevarse al trabajo. Esta noche es otra que tendrá que permanecer despierto, sin radio, sin café y sin nada para beber. Los cortes de electricidad en su vecindario, a unas cuadras de donde trabaja como guardia nocturno le han impedido hacer su vida “normal”, cuestión que ya era bastante difícil antes del recrudecimiento de la crisis energética.

 

“Ahora sí no te están dando tiempo a nada. Ya es mucho. No puedes calentar la comida, no puedes congelar un pomo de agua. Ni afeitarte puedes porque no se ve y hay que venir al trabajo así. ¿Cómo tú planchas una camisa o un pantalón sin luz? No se puede, así no se puede. (...) Sino trabajas, ¿qué vas a hacer? La jubilación es muy poquita. Cuando la subieron, todo subió, es como si no la hubieran subido... Ahora llego a la casa mañana a las 7:00 y si no hay luz no puedo dormir por el calor y los mosquitos. Sino hay luz no hay agua, Ya son entonces dos días sin bañarse porque yo no puedo comprarme un tanque que cuesta 15 mil pesos si alguien te lo vende”.

¿Cómo hace para alimentarse, asearse y descansar Rubén cuando llega a la casa y no tenga electricidad?

“Llego y me tiro un rato, espero a que la pongan (la electricidad), me lavo la cara con un jarrito del tanque del vecino que me regala un poco cuando no hay agua, me levanto como a las 11 a almorzar. Sino hay luz no puedo calentar la comida y me la como fría. Ya si la ponen en la tarde me baño hasta que la vuelvan a quitar en la noche, a veces me quedo despierto por el calor (...) Ahora estoy haciendo uno por tres (un día de guardia y tres de descanso). Si alguien se enferma hay que hacer uno por dos y descansas menos y así porque tengo que trabajar. Yo no tengo quien me de nada, mi hija vive en Camagüey y tiene tres hijos. A uno todavía no lo conozco porque ella no tiene como venir”.

Rubén no es un caso aislado. Como él existen muchas personas mayores en el país en estos momentos. Los cortes energéticos están siendo muy prolongados y consecutivos, no existe una solución paliativa a la situación. En días pasados ocurrió una desconexión total del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) y en algunos lugares hubo afectación por más de tres días consecutivos. Durante el proceso no se implementó ningún protocolo de ayuda a los personas mayores y otras en condición de mayor vulnerabilidad, como personas discapacitadas, enfermos crónicos, personas encamadas, entre otras. La población en su totalidad experimentó un rápido deterioro de sus condiciones de vida. Se interrumpió el acceso al agua potable, se perdió la capacidad de refrigeración de los alimentos que se deterioraron rápidamente, se quedaron comunidades enteras y pueblos incomunicados por más de tres días, lo que generó una creciente sensación de zozobra en la población. 

Un trabajador de la Unión Eléctrica (UNE) nos comentó que no existen soluciones a corto plazo para la crítica situación. El estado de deterioro y abandono de las redes de distribución y las plantas de generación nacional sobrepasa con creces la capacidad de respuesta de la empresa, no solo en el aspecto financiero sino también el de capital humano. “Se ha ido todo el mundo, ya nadie quiere trabajar, quedan menos ingenieros y técnicos con experiencia, faltan obreros calificados, incluso falta personal en las oficinas

Luego de dialogar con varias personas mayores sobre el impacto de esta nueva crisis, hemos identificado los problemas más frecuentes que tiene que enfrentar este grupo poblacional.

  • Dificultad para almacenar y cocinar los alimentos

  • Dificultad para asearse y cuidar de la imagen personal

  • Escasez agravada de agua potable, especialmente en lugares donde se depende del bombeo de la misma usando electricidad

  • Dificultad para trasladarse de un lugar a otro por las calles oscuras y en mal estado

  • Dificultad para entretenerse por la falta del televisor, el radio y otras opciones de ocio que precisan de la electricidad

  • Imposibilidad de conciliar el sueño y el descanso

  • Miedo a los robos y asaltos a las viviendas especialmente de las personas mayores que viven solas

  • Calor, incomodidad, malestar

  • Incremento de la sensación de soledad por la imposibilidad de comunicarse debido a los cortes de electricidad, que también limitan o impiden la conexión de datos, la cobertura celular y los teléfonos fijos, quedando aislados de familiares y amigos en caso de cualquier eventualidad o emergencia

  • Aumento de sentimientos de incertidumbre, angustia y estrés psicológico.

El acceso al agua potable constituye un problema que está afectando particularmente a la población mayor. En muchos lugares existe un déficit permanente de agua potable, la cual solo llega por la tubería conductora local cada una semana, diez días y en ocasiones una sola vez al mes. Muchas personas mayores no tienen cómo almacenar el agua pues no poseen tanques ni depósitos (los cuales pueden llegar a costar entre 15 mil y 50 mil pesos) y dependen del agua que llega directamente del acueducto. Cuando falta el suministro necesitan de la ayuda de los vecinos, que no siempre los pueden asistir pues tienen que cubrir sus propias necesidades.

Otro problema asociado a esta situación es el acarreo. Una persona mayor promedio puede cargar un cubo de agua de 10 litros una distancia pequeña, pero la fuente de agua, dígase pipas, cisternas o pozos no siempre se encuentra cerca. En el caso de las personas mayores que viven en pisos altos en bloques multifamiliares deben subir de 5 hasta 18 pisos. En muchos casos solo pueden cargar un cubo de agua para bañarse o para la cocción de los alimentos. Aquellos que cuentan con la posibilidad de almacenar agua y poseen una pequeña bomba que conectan a la tubería de la calle deben hacer solos toda la instalación cada vez que hay electricidad y llega el agua, lo cual son factores que no siempre coinciden.

Junto con el déficit de agua potable está el problema de la cocción de los alimentos. El gas licuado no está disponible para todos los hogares y quienes lo tienen lo agotan rápidamente por falta de electricidad para cocinar. Hemos documentado varios casos de personas mayores que han debido cocinar con leña en medio de la ciudad, en los momentos más complejos de la crisis. Uno de ellos teniendo que arrancar persianas de su ventana trasera por falta de acceso a la leña común. El saco de carbón se cotiza actualmente entre 600 y mil pesos. Quien no tiene como sufragar este gasto debe recurrir a cualquier tipo de madera que tenga en el hogar para poder cocer los alimentos. Aquellas personas que viven dentro del perímetro urbano no tienen otra fuente de energía a su disposición para generar calor.

La situación es muy precaria en estos momentos. Resulta paradójica, sin embargo, la aparente calma social que existe, sobre todo en las zonas más afectadas, donde la falta de electricidad, de alimentos, de medicinas y de agua se agrava con la presencia de vectores como mosquitos, ratas e insectos, que ya abundaban por la crisis de salubridad ocasionada por la acumulación de basura sin recoger por los servicios de comunales. La aparente calma y resignación de la población frente a la gravedad de la situación se explican en buena medida por las advertencias del gobierno sobre la no tolerancia de alteraciones del orden público. El propio presidente Díaz-Canel enfatizó que aquellos involucrados en este tipo de actos serían procesados bajo las "leyes revolucionarias". Al describir las protestas como vandalismo o influencia extranjera, el gobierno criminaliza las manifestaciones y limita el derecho a la protesta, asociando cualquier acto de resistencia con amenazas externas. Esta retórica represiva busca intimidar y sofocar la expresión del descontento público frente a la crisis económica y energética.

Hasta el momento el gobierno no se ha pronunciado sobre la situación particular de las poblaciones en situación de vulnerabilidad, entre las que se encuentran una gran proporción de personas mayores. No existe un plan de respuesta efectiva para asistir a las personas damnificadas ni se han creado redes de distribución alternativa de agua potable, alimentos o aseo, que son las necesidades más urgentes de la mayoría de la población.

Desde Cuido 60 continuamos monitoreando esta crítica situación de emergencia humanitaria y cómo está afectando a las personas mayores. Hacemos un llamado a las autoridades para:

  • Adoptar medidas urgentes para garantizar el acceso al derecho a la alimentación, al agua y a la vivienda digna. Las medidas deberán buscar revertir deficiencias estructurales internas, algunas de las cuales ya fueron identificadas por Procedimientos Especiales de Naciones Unidas[1].

  • Establecer atención prioritaria a poblaciones en situación de vulnerabilidad como la población mayor, en situación de discapacidad, enfermos crónicos o encamados.

  • Publicar y transparentar los datos del total de damnificados, con detalle de las zonas más afectadas y el tipo de asistencia humanitaria que se requiere.

  • Facilitar el trabajo de asistencia humanitaria de la sociedad civil independiente en la recopilación y distribución de ayudas, así como en la asistencia directa a las víctimas y comunidades afectadas.

[1] Naciones Unidas, Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos. (2023, enero 25). Carta de alegaciones AL CUB 3/2023

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