Poema de Manuel García Verdecia
Para Manolitín, mi nieto amado, mi eterno compañero
la casa de repente es un infinito agujero
un pesado silencio paraliza todo en el vacío
sé que algo debo hacer pero no sé qué
quedo como una piedra arrojada al abismo
entonces el hachazo de la pregunta
¿dónde está?
arrojo en el sillón mi cuerpo vencido cierro los ojos indagantes
espero eternos minutos
mil centelleos me acometen como buitres que cazan
una vez y otra busco y busco en cada escondrijo del vacío…
de pronto siento los descalzos pasos
que huidizos corren por las alegres losas
¿a que no me coges?
una risa trae nueva luz a la mañana
lo escucho acomodar papeles
agrupar lápices y creyones
en una esquina de la mesa ingenia el paleozoico
y uno tras otro suelta a andar sus saurios
que ya fatigan el planeta del hogar con dulce calma
hechizado lo estrecho a mi pecho desbocado
piel contra piel sin nada que estorbe la caricia
para enraizar el ser y la esperanza
oh capitán mi capitán alza las velas
aun quedan sueños por descubrir
y aun más abrazos por conquistar
abro los ojos a su sonrisa inagotable
las paredes me saludan con jubilosos garabatos
claro que está me dice el consuelo
aquí al alcance de mi alma
nunca se fue
nunca se va
nunca se irá…
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