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Gretell Lobelle

La tribu de mi madre

Por: Gretell Lobelle


Una de las cosas que más he insistido con mi madre es en su calidad de vida, en su felicidad, que se traduce en una vida plena. Los hijos y nietos son parte de esa vida, pero el espacio sustantivo e individual, la autonomía de ella, es importante y determinante.


Mi madre tiene un grupo de amigas de Taichi, con las que se fue integrando poco a poco. Mi madre quedó viuda durante la pandemia, en un sentido literal y metafórico. Mis días no fueron buenos, demasiado tiempo sin vivir juntas y ella con una incapacidad particular de ser autosuficiente, sentimental y objetivamente. Pero mi madre es una mujer muy fuerte y me dijo en aquellos terribles días una frase contundente: "Yo no me quiero morir, tengo mucho dolor pero quiero vivir".


Entender y sanar heridas tiene que ver con esa relación con tus padres. Nuestros padres también tienen sus heridas, también son personas que han vivido y han sufrido, por eso más allá de esa relación de retribución está la relación de respeto. Son nuestros padres seres humanos por encima de cualquier rol. Para mí es muy importante que mi madre se relacione con otras personas, que tenga su vida propia y no una vida a través de mi o de mi hija, que encuentre un grupo de mujeres con quienes pueda compartir, tratar de abrazar un estilo de vida que le dé calidad.


Algunos dirán que es imposible en esta Cuba de hoy. Sí, las condiciones para los adultos mayores son terribles. En ese grupo hay personas de diferentes clases, y así lo llamo. No hay otra manera de nombrar a quien está mejor o peor.


Mientras Cuba se arregla o se rompe totalmente, yo quiero que mi madre viva en armonía, en libertad y que sea feliz. Hay quien no tiene el tiempo de esperar y eso pasa con nuestros adultos mayores. Aunque creo que nadie debería dejar pasar la vida esperando que algo cambie.


Mientras un país signado por tanto destino incierto, por desatención preocupante a los adultos mayores, me ocupa que mi madre abrace su edad desde el presente. Hago todo lo posible para intencionar su visión de la vida aceptando sus ausencias. Le doy fuerzas para que suelte los constructos y estigmas que se le imponen y cuelgan a la vejez.


Agradezco su vitalidad y su energía. Agradezco que tenga lo necesario para vivir y sostenerse. Procuro que el tiempo que pase con su grupo sea importante y necesario. Asumo desde la propia conciencia que los hijos también somos maestros de nuestros padres.


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